Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del
odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo
lo sufrido
se empozara en el
alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero
son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más
fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los
potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos
negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas
hondas de los Cristos del alma
de alguna fe
adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes
sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en
la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre...
Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el
hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos
locos, y todo lo vivido
se empoza, como
charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la
vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
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